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Bernardo de Gálvez: el héroe malagueño de la independencia de Estados Unidos

 

Por: Jorge Álvarez Palomino

En 1775 trece colonias británicas de América del Norte se alzaron contra el dominio de Londres. Habían nacido los Estados Unidos. Pero la joven nación estadounidense nunca habría podido vencer al Imperio Británico sola. Contó para ello con la ayuda de los dos grandes enemigos de Inglaterra: Francia y España. Aunque la ayuda francesa es más famosa, para el triunfo de los colonos fue decisiva la colaboración de España, que apoyó a los rebeldes con armas, dinero y tropas gracias a la intervención de un hombre: Bernardo de Gálvez. Nacido en la localidad malagueña de Macharaviaya, Gálvez era miembro de una familia muy vinculada al servicio del Rey en América. Su padre era capitán general de Guatemala y su tío, José de Gálvez, era el poderosísimo Ministro de Indias. Pese a sus buenos contactos, la carrera de Bernardo no fue nada fácil. Combatió en la frontera norte de México contra los apaches y también en una fallida expedición contra los piratas argelinos. Bernardo era un oficial atrevido y valeroso, y aunque fue herido varias veces, ello le permitió tener un rápido ascenso en el Ejército.

En 1776, Gálvez, con solo treinta años, llega a la Luisiana, de la que es nombrado gobernador. Se trataba de una gigantesca provincia casi despoblada que Francia había cedido a España en 1763. Se extendía a lo largo del río Misisipi desde Nueva Orleans, su capital, en el sur, hasta la frontera con Canadá en el norte. Con apenas ciudades y habitada por unos pocos criollos franceses y algunas tribus indias de dudosa lealtad, parecía un destino de segunda dentro de la inmensa monarquía española. Pero la rebelión de las Trece Colonias ese mismo año la convirtió en un punto estratégico: era la única frontera no controlada por los ingleses que los rebeldes podían usar. Gálvez tenía órdenes de ayudar a los estadounidenses y las cumplió con energía. Una red de espías y contrabandistas introducía desde Nueva Orleans armas y dinero español con los que se sostenía al Ejército de George Washington. En 1779 España declaró formalmente la guerra a Gran Bretaña y Gálvez decidió pasar a la acción. Con apenas seiscientos hombres entre soldados regulares españoles, milicias criollas francesas, esclavos negros liberados e indios aliados, Gálvez emprendió una marcha sorpresa a través de los pantanos y capturó los fuertes ingleses de Manchac y Baton Rouge. Al año siguiente tomó Mobila, obligando a los británicos a tener que desplazar tropas hacia este nuevo frente.

El gran premio eran sin duda la ciudad de Pensacola, donde se concentraban las fuerzas británicas del general Campbell. Gálvez sabía que el tiempo jugaba en su contra: había que tomar la ciudad antes de que los ingleses pudiesen enviar refuerzos. Pero el primer asalto ataque fue frustrado por un furioso huracán que dispersó a las tropas españolas. En 1781 Gálvez volvió a intentarlo con un ejército reforzado: él mandaba las tropas de tierra apoyadas por una flota venida de la Habana a las órdenes de José Calvo Irazabal. Las discusiones entre ambos estuvieron a punto de acabar con el asedio antes incluso de que empezase. Los oficiales de la Armada en Cuba como Calvo eran marinos veteranos que consideraban a Gálvez un joven inexperto y arribista. Al llegar a la bahía de Pensacola, Calvo se negó a entrar con sus barcos por miedo a que encallasen en los bancos de arena y fuesen blanco de los cañones ingleses. Ante la negativa tajante de Calvo, Gálvez dio un paso sorprendente: a bordo de su barco personal, el pequeño bergantín Galvestown, se internó solo sin el apoyo de la flota en la bahía. Sorteando los bancos de arena, consiguió esquivar ileso todo el fuego enemigo y desembarcar sin un rasguño.

Abochornados por el ejemplo del general, los demás buques españoles le siguieron y en una rápida maniobra se apoderaron de toda la bahía. En reconocimiento a esta hazaña, Carlos III nombró al osado general Conde de Gálvez, con un lema para su casa en recuerdo de aquel día: “YO SOLO”. El asedio de Pensacola se alargó todavía unos meses entre duros combates de trincheras con los ingleses y sus aliados indios hasta que Campbell admitió la capitulación y entregó la ciudad a los españoles. Con esta victoria, Gálvez se convirtió en teniente general, el más joven del ejército. Poco después, los ingleses reconocieron su derrota y la independencia de Estados Unidos en la Paz de París de 1783. Gálvez murió con solo cuarenta años, siendo Virrey de Nueva España. Las ciudades que conquistó durante sus campañas acogen todavía varios monumentos en su honor y celebran periódicamente recreaciones históricas de sus victorias. Una estatua suya se alza en Virginua Avenue, Washington DC, junto a las otras estatuas de los Libertadores de EEUU, y su retrato cuelga en el Capitolio. Gálvez es una de las únicas ocho personas a las que se les ha reconocido en la historia la ciudadanía honorífica de EEUU.